miércoles, septiembre 13, 2006


Jóvenes Líderes Blog
" Líder Político "

Ricardo Lagos Escobar
Diario el Clarín - Argentina
"Decir que nuestra región va hacia la izquierda es una lectura falsa"

En la primera entrevista tras dejar la Presidencia, uno de los políticos más prestigiosos del continente reflexiona sobre cómo América del Sur está profundizando la democracia para intentar resolver sus deudas pendientes.

Hace 30 años la mayoría de los países de la región estaba bajo dictadura o autoritarismo. La historia ha dado un giro radical. ¿Cómo se gestó este momento inédito? por Monica González


—Buena parte de los procesos dictatoriales fueron el resultado de cierta forma de entender el desarrollo de la región que se agotó. A partir de la década del 90, hemos tenido un proceso de restablecimiento de los regímenes democráticos. En el último tiempo ha surgido eso que algunos llaman la democracia en la calle, y como resultado hemos tenido muchos cambios de gobierno. Pero en todos se ha respetado la viabilidad institucional. La recuperación democrática despertó muchas esperanzas; sin embargo, hubo una forma de entender el desarrollo económico en nuestros países, a partir del denominado Consenso de Washington, en que se suponía que íbamos a tener crecimiento y éste resolvía buena parte de las tareas sociales. Y eso no ocurrió. Y porque no ocurrió vemos que, por una parte, se profundiza la democracia, se atreven a elegir un sindicalista como Presidente en Brasil, un indigenista en Bolivia, una mujer en Chile. Se atreven a muchas cosas, pero todas ellas marcadas por el deseo de generar un cambio en la forma como los países están siendo administrados.

Un punto común en la derecha es la defensa irrestricta del modelo económico. En Chile se modificó, pero no logró cambiar la pésima redistribución del ingreso.

—Ahí tenemos un tema mayor. Desde la década de los 90 uno constata países donde hubo políticas sociales efectivas, como Chile —y perdón que lo diga—, en donde la coalición que gobierna se mantuvo con capacidad de ahondar en políticas sociales y expresión de liderazgos dentro de la coalición, lo que no es menor. El que en medio de la crisis mantuviéramos políticas sociales y sus presupuestos nos permitió sortearla. En aquellos países donde eso no ocurrió usted tiene la emergencia de situaciones como la del presidente Hugo Chávez en Venezuela, la forma de la elección y luego el respaldo creciente del presidente Kirchner en Argentina. Y Brasil, en que no obstante las dificultades que ha tenido el partido de gobierno, el presidente Lula aparece con un gran respaldo. Entonces, creo que esta "lectura fácil" que se hace al decir que la región "va hacia la izquierda" es falsa. Es una región que va hacia la profundización de su sistema democrático y está buscando qué opciones le pueden resolver problemas no resueltos. La gente dice "crecimos, pero a mí no me llegó nada de ese crecimiento".

Ese clamor es la principal amenaza: la explosión social.

—La gente espera ahora tener resultados. Lo que sí se ha aprendido es que si al Consenso de Washington no se le aplica un contenido social, ¡para qué crecemos si no vamos a tener posibilidad de resolver los problemas de los más necesitados!

Atacar la redistribución del ingreso requiere algo más que modificar el Consenso de Washington. En concreto, ¿qué?

—América latina se está acercando a un momento distinto porque antes el tema era crecer, pero si eso lo hacemos y bien, llega una segunda parte: qué modelo de sociedad queremos construir. Ese modelo, algunos dicen hágalo individualmente: su propio seguro de salud, sus propias cuentecillas de ahorro que las hacen capitalizar en un fondo de inversión. Esa es la sociedad de Estados Unidos.

¿Hacia dónde lleva ese modelo?

—A un sistema de redistribución del ingreso más deficitario. Con guetos: ya están surgiendo las rejas. El otro modelo es el europeo, el sistema escandinavo. ¡Y ojo!, esos modelos implican esfuerzos tributarios distintos que no son incompatibles —si las cosas se hacen bien— con la competitividad de los países. De los seis países más competitivos del mundo cuatro son escandinavos, y vea usted los niveles de tributación que tienen: altísimos. Pero la sociedad entiende que tiene una retribución a cambio: menos conflictos sociales, más seguridad, un nivel de cohesión muy elevado, una convicción de que desde la cuna a la sepultura el ser humano tiene protecciones básicas. Y cuando se tiene un nivel de ingreso que va creciendo, como el de nuestros países, llega el momento de plantearse hacia dónde queremos ir.

La región debiera tener, por la mayoría de democracias progresistas, sintonía fina, pero el Mercosur sigue debilitándose y ahora le salió al camino la Comunidad Andina (CAN).

—Esa dicotomía es muy artificial porque lo del Mercosur o la CAN son, ambos, esfuerzos de integración. Yo siempre entendí el Mercosur mucho más como una experiencia política que como una unión aduanera.

Pero no lo escucharon...

—No me escucharon. En Europa partieron con la modesta comunidad del carbón y del acero y mire dónde llegaron. Pero han tenido la capacidad de tener geometría variable: Inglaterra está en la Unión Europea pero no está en la moneda única, el euro. Nosotros, en cambio, nos ponemos muchas camisas de fuerza y no entendemos que los países tenemos realidades e intereses distintos.

¿Van a subsistir Mercosur y CAN en estas condiciones?

—Debe haber una sola expresión de nuestros países. CAN y Mercosur dan cuenta de la realidad de América del Sur. ¿Por qué dejar afuera a Centroamérica o México? Tenemos que tener una mirada más amplia de nuestros intereses porque el mundo no nos ve como América del Norte y del Sur sino Latinoamérica bis a bis de la primera potencia del mundo, EE.UU.

Usted intentó incorporar a México a una forma de integración.

—México tiene que jugar un rol muy importante desde el Sur. Tuve una experiencia muy concreta el año en que coincidimos en el Consejo de Seguridad de la ONU, cuando se tomó una decisión sobre la guerra en Irak. Y el hecho de que Chile y México tuvieran una posición común —ahora se puede decir— hizo que otros países se acercaran a nuestras posiciones. Demostramos que una coordinación adecuada de políticas ordenaba también a otras regiones del mundo.

¿Cómo ve el desarrollo del proyecto que lidera Evo Morales en Bolivia?

—Creo que en los problemas que enfrenta Bolivia hay dos elementos: la insatisfacción con lo que han sido los resultados de sus anteriores gobiernos, unida al hecho de que el Presidente se ha formado como un dirigente indígena de renombre. Es el primer cambio de esta naturaleza y ellos lo asimilan a lo que pasó en Sudáfrica con el fin del apartheid. No es casual que la visita al exterior que hace el presidente Morales antes de asumir la presidencia termine en Sudáfrica.

Usted intentó infructuosamente en su gobierno darle a Bolivia una solución para su salida al mar. Ahora se escuchan más voces similares en Chile.

—Cuando estamos hablando de grandes esquemas de integración creo que tenemos que ser capaces de generar una agenda de futuro. El gran problema de Chile y Bolivia es partir intentando resolver la controversia del pasado porque entonces las posiciones vuelven a lo clásico. En cambio, si usted crea una agenda de futuro y los amigos bolivianos ven que hay voluntad real de avanzar, se hace más fácil resolver el tema del pasado. Una vez le dije al presidente Fox de México: "Vicente, ¿qué crees tú que te pasaría si en la próxima reunión con el presidente Bush tú le dices: 'Presidente, antes de pasar a otros temas quiero plantearle el tema de Texas'".

¿No está decepcionado del deterioro creciente del poder de Naciones Unidas?

—Lo que ocurre con la ONU es que las instituciones dejan de ser relevantes cuando representan el poder económico, político y militar del año 45 y no el actual. Y la puesta al día es un trabajo más que complejo. A nadie le gusta reconocer que ya no es lo que pensó que era. Pero si esa institución no existe —con todas sus deficiencias— habría que inventarla.

¿Porque si no quién le haría el contrapeso a EE. UU?

—Días atrás escuché a un autor norteamericano decir que esto es como una pirámide: en la cúspide está el poder militar. Y ahí el poder de EE.UU. es incontrarrestable por aire y mar. En tierra es un poquito más contrarrestable cuando hay gente que se opone. Lo hemos visto. Luego, hay un segundo nivel, el poder económico. En esa materia estamos en un mundo bastante más multipolar. Y en la base de la pirámide tenemos ese conjunto de temas propios del mundo global donde por ahora reina el caos. ¿Dónde discutimos cambio climático, el sida o las pandemias y los temas migratorios? Estos temas, o los arreglamos entre todos o no se arreglan. Por ello, reivindicar la necesidad de organismos multilaterales no es para oponerse al mundo unipolar, sino más bien entender que aun con un mundo unipolar lo multilateral pasa a ser fundamental.



1 Comments:

Blogger Danilo said...

Interesante y constructivo.
Sin embargo y milenariamente, el mono sigue siendo mono.
Saludos.
Danilo

11:45 p. m.  

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